La educación capitalista y sus medios de comunicación proporcionan una visión fragmentaria de los problemas del mundo que impide abordarlos en su contexto y complejidad. La fragmentación de la realidad es, en esencia, una confusión. Guiado por una concepción fragmentaria del mundo, lo único que puede conseguir con sus actos el ser humano es romperse en pedazos a sí mismo y al mundo. Comprender el capitalismo requiere, entre otras cosas, de un análisis de la sociedad, de sus relaciones de poder, de los instrumentos de comunicación social que emplean para mantener el actual sistema de dominación y de las tecnologías que desarrolla.
A través de diversos artículos y la urdimbre que entreteje sus diferentes tramas, esperamos poder contribuir a mejorar nuestra comprensión del mundo que, en lugar de avanzar hacia la paz, avanza hacia la represión y la guerra en sus diferentes formas, en un escenario de militarización creciente. Por otra parte, la guerra no siempre implica el uso directo de la fuerza militar o cualquier forma de combate real. Como la guerra política y económica que busca someter al enemigo sin luchar. Analizaremos la actual confrontación de China por desplazar a EE.UU. y convertirse en la potencia tecnológica y económica dominante: Una confrontación donde ambos bandos acumulan fuerzas militares cada vez más letales, tanto para la disuasión como para ejercer influencia política, pero que pueden escalar a un conflicto militar activo.
También analizaremos la actual guerra por delegación que EE.UU. y sus aliados están librando contra Rusia en Ucrania; guerra que ya ha escalado a un nivel estratégico en el marco de una crisis energética mundial sin precedentes, con Europa como principal escenario y el gas fósil en el centro de la escena. Y todo ello como parte de un mundo lleno de pobreza (47% de la población mundial), de tensiones globales y guerras (en Oriente Medio y el Golfo, en Asia y Corea, África, etc.), un mundo donde lo peor está por llegar.
Así que intentaremos en lo posible contribuir mediante el análisis a que mejore algo la capacidad crítica, de modo que nos ayude a discernir entre lo sensato, lo opinable y lo insensato. Una forma de combatir la tiranía de la estupidez bajo la cual vivimos.
Globalización: Uniformando la vida
El monocultivo, la monocultura, el monourbanismo, los protocolos sanitarios, las franquicias… Este mundo globalizado necesita una identidad global y unos gustos globalizados. Hay datos suficientes que indican que su tendencia es uniformar el planeta y destruir la diversidad para que imperen los valores y actitudes que el mercado global necesita.
El sistema educativo se encarga de formar y uniformar a dóciles consumidores para que el sistema uniformizador de economía de mercado funcione. Vivimos en una sociedad cuya tendencia es a transformar la información en publicidad y a homogeneizarla con el valor del precio. Desde que nacemos y a lo largo de nuestra vida vivimos inmersos en un flujo continuo de mensajes publicitarios, que buscan normalmente el engaño para estimular el consumismo voraz y pernicioso.
La uniformización cultural avanza como un tsunami arrollando a su paso la diversidad cultural. Las diferentes culturas y su identidad singular, están siendo desintegradas por el efecto destructor que ejerce la dominación técnica de la globalización capitalista. Supone una pérdida para toda la humanidad, ya que la diversidad de culturas es uno de sus más preciados tesoros.
En la agricultura y la ganadería, el desarrollo del monocultivo y la globalización de la industria y el comercio alimentario suponen una mayor uniformidad en la gestión de las tierras del planeta, pero también una seria amenaza a la diversidad de cultivos, de ganado, de ecosistemas y culturas rurales. Según la FAO sólo 120 especies de plantas cultivadas y 14 especies de mamíferos y aves proporcionan el 90 por ciento del alimento humano. La uniformización alimentaria quiere abarcarlo todo: cerca de dos tercios de los alimentos existentes en el mundo y el 80 % de los alimentos consumidos en los países desarrollados han sido procesados en serie por la industria alimentaria.
Estamos llegando a un punto en el que casi cada faceta de la vida de los países industrializados tiene la forma de franquicia o de cadena. Una palabra expresa la clave del éxito de la franquicia: uniformidad. Las franquicias o cadenas de tiendas se esfuerzan en ofrecer exactamente el mismo producto o servicio en muchos lugares. En un mismo momento millones de personas están de pie ante el mismo mostrador pidiendo la misma comida del mismo menú y con el mismo sabor. Multinacionales como Mc Donald’s (presente en 118 países) no sólo imponen su comida basura y sus valores, sino que propagan un montón de tiendas idénticas y arruinan con su estética los lugares donde se ubican. Así, la uniformización estética y visual también impone su dominio, acabando con aquello que hacía que las ciudades, pueblos y paisajes fuesen diferentes.
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Medicina y salud: Clones y autómatas
Los millones de medicamentos que produce en serie la industria farmacéutica necesitan también ser distribuidos masivamente, como cualquier otro producto industrial. Esta distribución masiva de fármacos idénticos requiere la uniformización de los procedimientos comerciales, al igual que ocurre con todos los productos industriales producidos en serie. Los protocolos de actuación que se enseñan a los futuros médicos en las facultades de medicina de los países occidentales, son una parte esencial en la uniformización del proceso de comercialización de los fármacos.
Un proceso que se basa en una premisa falsa: que los pacientes son lo suficientemente iguales unos a otros como para tratarlos a todos de la misma manera y obtener unos resultados similares. Cuando lo cierto es que las personas son diferentes y, ya estén sanas o enfermas, no reaccionan igual ante una misma sustancia. Pero los protocolos tratan a los pacientes como si fueran clones y a los médicos como autómatas. Porque el negocio de la industria farmacéutica consiste en tener a las personas consumiendo fármacos el mayor tiempo posible. Por eso nos hablan de miles de enfermedades que tienen que ser tratadas con miles de fármacos específicos para cada una de ellas.
Sin embargo, la uniformización no es un fenómeno reciente surgido con la globalización. Sus raíces son más profundas. Forma parte de los propios fundamentos del sistema capitalista, como analizaremos en un próximo artículo.
La crisis como instrumento de dominación
Vivimos en un momento histórico en el que conviven: una crisis económica mundial, una crisis ecológica planetaria, una crisis energética, una crisis climática, una crisis alimentaria y una crisis política generalizada. En un próximo artículo analizaremos como el discurso de la crisis se ha convertido en un método político de gestión y control de la población. Es una técnica política que mantiene una inseguridad existencial crónica, un estado de shock permanente en la población que permite hacer de todas y cada una de las personas cualquier cosa que se desee.
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El control mundial de la información
En general, cualquier estructura de poder está obligada a controlar la vida de la gente. En próximos artículos analizaremos como este control se realiza hoy a través de grandes corporaciones financieras e industriales, de la clase política al servicio de esas corporaciones, de la administración estatal, de la industria militar y la policía. No es casual que exista una articulación globalizada entre poder-economía-política-información-mensaje. Articulación que se refleja en la composición de los accionistas de los grandes grupos mediáticos, en cuyos consejos de administración se sientan directivos de los más diversos sectores económicos (banca, armamento, industria química y farmacéutica, alimentación, transporte y energía, tabaco, bebidas, etc.). Es decir, que los accionistas de los grupos de comunicación lo son, a su vez, de otros sectores económicos.
Cinco agencias de información de Estados Unidos y la Unión Europea distribuyen cerca del 90% de las noticias mundiales que difunden los medios de comunicación. Como la información que difunden es interesada, una gran parte de lo que realmente sucede en el mundo nunca llega a ser conocido por la mayoría de la población.
Desde que nacemos y a lo largo de nuestra vida vivimos inmersos en un flujo continuo de mensajes publicitarios, destinados a cambiar nuestro comportamiento y crear un sentimiento de necesidad artificial por bienes de consumo que no necesitamos. Al igual que unos pocos grupos controlan la mayoría de los medios de comunicación en el mundo, también las agencias de publicidad se concentran en pocas manos.
Crisis climática versus crisis alimentaria
En CRISIS Y REVOLUCIÓN se han publicado diversos artículos en los que se analizan distintos aspectos de la problemática del cambio climático. También analizaremos en profundidad cómo la crisis climática y la crisis alimentaria están vinculadas con el sistema agroindustrial mediante el monocultivo, acaparamiento de tierras, el control de las semillas patentando variedades híbridas, reducción de la agrobiodiversidad, etc. La privatización de las semillas que han circulado libremente y se han compartido desde tiempos ancestrales, es un atentado contra un bien común de pueblos y campesinos esencial para la vida. Privatización que atenta también contra la cultura, la salud, los saberes y los sistemas tradicionales de agricultura e implica un ataque frontal a la soberanía alimentaria.
La maquinaria que se emplea en la agricultura industrial funciona con petróleo. Los fertilizantes que utiliza provienen del petróleo o del gas y los pesticidas que emplea tienen una base petroquímica. El actual sistema urbano-agrario-industrial ha utilizado más energía fósil en el siglo XX que en toda la historia anterior de la humanidad, creando graves problemas sociales y ambientales. Esta práctica continua en el siglo XXI.
Pero, como analizamos otros artículos, el objetivo de esta devastación ambiental es obtener beneficios por productos que cotizan muy bien en los mercados financieros. No es producir alimentos para las personas.
Las cambiantes relaciones de poder
Analizaremos las relaciones de poder en los sistemas alimentarios y en la economía mundial que, en general, están cambiando a una velocidad vertiginosa. En 2008, las empresas más poderosas del mundo eran las que hacían perforaciones de pozos petroleros y comerciaban con sus valores. Doce años después, las cinco mayores corporaciones del mundo comercian con datos intangibles y tienen un valor de mercado que supera el PIB de continentes enteros. Los nuevos gigantes biodigitales por medio de las plataformas Big Data, están actuando para dar el siguiente paso: desplegar los datos masivos y el ADN digital en la industria farmacéutica, en los mercados de alimentos y en los sistemas financieros de todo el mundo. Apple y Google compiten con ensambladoras de automóviles, como Volkswagen y Toyota, mientras Amazon incursiona en comestibles orgánicos, suministros médicos y entretenimiento. Esta concentración corporativa hace que monopolios aún mayores estén en camino.
El deterioro del medio ambiente, las amenazas a la seguridad alimentaria y el impulso de las nuevas tecnologías basadas en datos, forman parte de los objetivos de la agroindustria con participación de las grandes corporaciones TIC. Tecnología diseñada sólo para los extensos monocultivos industriales y contraria a la agricultura local de pequeña escala. La digitalización centralizada de los procesos agrícolas es una imposición en la toma de decisiones entre los territorios y las comunidades que los habitan. Las relaciones entre las campesinas y los campesinos con su entorno, la historia de sus estrategias y saberes no cuentan. A su vez, la agricultura digital se promueve como una “agricultura sin agricultores”, que conlleva desempleo y miseria en la cotidianidad de las familias de trabajadores agrícolas.
No existen soluciones globales ni una tecnología neutra
También analizaremos cómo el ecologismo de Estado ha convertido el planeta Tierra en un ecosistema; a los seres vivos e inanimados en recursos naturales; a los enclaves silvestres en parques y reservas; a las comunidades rurales e indígenas en poblaciones marginales. Pero lo peor que ha aportado este ecologismo de Estado es la globalización de la ecología, es decir, el énfasis en los “problemas globales” que favorece las “soluciones globales” fuertemente centralizadas, que hay que dejar en las manos de políticos y técnicos, grandes corporaciones y agencias internacionales. Así, abriendo el paso a nuevas formas de gobierno mundial y una fe ciega en la tecnología (como falso remedio), se encomienda la “salvación del planeta” a los principales agentes de su destrucción. Porque no existen soluciones universales.
Como no existe una ciencia y una tecnología políticamente neutras ni tampoco autónomas. En los próximos análisis observaremos que en la sociedad actual, ningún aspecto queda al margen de la tecnología: el sistema económico, el complejo financiero, militar y político que gobierna el mundo es fruto de la tecnología. Mientras tanto, hagámonos la siguiente pregunta: ¿Quién controla el proceso que determina la tecnología que se crea, se usa y su finalidad? A lo largo de los últimos dos siglos, la tecnología centralizada y autoritaria capitalista reproduce y refuerza las relaciones de poder, fortaleciendo a la élite dominante y debilitando a las masas trabajadoras.
Saqueo de la naturaleza en nombre del progreso y el desarrollo sostenible
La ciencia y sus aplicaciones tecnológicas han tenido un papel esencial para justificar el crecimiento económico ilimitado e identificarlo con la noción religiosa de progreso, eso que hoy llaman de un modo falaz desarrollo sostenible, para encubrir el fracaso del progreso económico. Esta sociedad capitalista con su consumismo es incompatible con el respeto y cuidado de la naturaleza. El capitalismo no es posible sin el saqueo de la naturaleza, que le sirve como materia prima y fuente de riqueza. Son las dos caras de la misma moneda. Por tanto, no es posible encarar los desafíos que plantea la crisis climática sin abandonar el sistema económico y político que ha generado el desastre.
Hoy el carácter destructor del capitalismo y su tecnología, está en guerra con el territorio y la gente que lo habita. En un contexto de deterioro global, la crisis climática impulsa el capitalismo “verde”. Se multiplican la agresiones al territorio: líneas de muy alta tensión, autopistas, trenes de alta velocidad, torres de telefonía móvil, urbanización sin límites, cementerios de materiales tóxicos, incineradoras, “parques” eólicos, “huertos” solares, abandono del campo, etc. La destrucción del territorio debido al cáncer de la urbanización, está destruyendo la sociedad y los individuos que la componen.
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Vigilancia y control masivo de la población
Ante semejante destrucción del hábitat humano, es obligada la vigilancia y control total masivo de la población, aunque la gran mayoría (ya sea por adicción, idiocia consumista, cretinismo o una mezcla de los tres males) parece ignorarlo con la mirada abstraída en su teléfono móvil, como detallaremos en próximos artículos. Las nuevas tecnologías de información y comunicación han servido para que los estados implanten una infraestructura que permite un total control social y, por tanto la privación de libertad. A su vez, con esas tecnologías las corporaciones (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft, Yahoo, empresas telefónicas, etc.) nos someten a una vigilancia y rastreo permanente de nuestra conducta, recopilando nuestros datos para venderlos y enriquecerse con ellos. Los miles de millones de dólares que ingresan proceden de entidades que aspiran a manipularnos para modificar nuestro comportamiento.
Los servicios y herramientas gratuitas o aplicaciones que nos ofrecen no pretenden en ningún caso mejorar nuestras vidas ni que el mundo sea un lugar mejor. El smartphone se creó con la finalidad de vigilar y controlar a la gente de forma permanente. No sólo registra las conversaciones, graba imágenes y sonido sin nuestro consentimiento, también dispone de al menos cuatro sistemas de geolocalización. Porque lo más valioso de una persona es su posición geográfica en cada momento.
Cada pequeño detalle del funcionamiento de las herramientas que nos proporcionan ha sido diseñado por expertos en comportamiento para generar adicción. La adicción es en buena medida el motivo por el que muchos aceptamos que las tecnologías de la información que usamos nos espíen y nos manipulen, pero no es la única razón. Como tendremos ocasión de ver con más detalle, la adicción inducida por los manipuladores ocultos (y sus algoritmos), nos convierte gradualmente en autómatas. Aunque, claro está, cada cual puede elegir: ser libre o ser un autómata.
Por otra parte, como veremos con más detalle en otro artículo, en contra de lo que difunde la propia industria, los estudios científicos realizados indican que el uso de la tecnología mediante las diferentes pantallas, lejos de ayudar al desarrollo de niños y estudiantes, genera graves complicaciones y efectos nocivos en todos los aspectos de su desarrollo: sobre el cuerpo (efectos en la maduración cardiovascular, desarrollo de obesidad, etc.), sobre lo emocional (agresividad, depresión, etc.) y sobre el desarrollo intelectual (pobreza del lenguaje, concentración, memoria). A su vez, las actividades digitales que se realizan en clase parece que tampoco son beneficiosas. De modo que estos efectos nocivos influyen negativamente sobre el rendimiento escolar y académico. Aunque todo esto es algo que a una mayoría de madres y padres parece no inquietarles, para mayor desgracia de sus hijos.
El lado enfermo y doliente de nuestra personalidad
La experiencia social que ofrece el alienado mundo de la tecnología que propicia la evasión, es huir: Una mayoría busca sumergirse en una deplorable vida privada virtual y friki ajena a la comunicación directa. Decía Jeddu Krisnamurti que no es un indicio de salud el estar adaptado a una sociedad enferma, donde los resignados son mayoría. Como el conocimiento de la verdad en uno mismo suele ser desagradable, no sentimos ninguna simpatía hacia el que nos la dice. De modo que si en la lectura del artículo has llegado hasta aquí, es probable que goces de buena salud.
La crisis climática y el colapso del mundo capitalista, con el desastre objetivo que implica la devastación del medio ambiente, en cierto modo, están ocultando el desastre subjetivo que representa nuestra aterradora ruina interior. El lado enfermo y doliente de nuestra personalidad, alimentado por el trabajo alienante, encierra la negativa a transformar nuestra vida y modificar nuestros propios valores. Valores como la avaricia, el egoísmo, el consumismo o el aislamiento individualista que impiden crear comunidad, propios de la globalización capitalista en la que vivimos, alimentan nuestra apatía y atomización. La resignación, encubierta o manifiesta, parece ser una marca distintiva (entre otras) de la tiranía de la estupidez bajo la cual vivimos.
Los 10 apartados de este artículo con sus diversas tramas, son algunas de las cuestiones –aunque no las únicas– que intentaremos abordar en profundidad. Así, ampliaremos el análisis de la realidad social tratado en otros temas de Crisis y Revolución. Esperemos que a la vez que ofrezca algunas respuestas, contribuya también a formular preguntas que induzcan a la reflexión. En la situación actual de profunda crisis social, formularse preguntas no es una simple cuestión de curiosidad intelectual. Es una cuestión de supervivencia. Porque el primer requisito para cambiar la sociedad es conocerla mediante análisis rigurosos, lo que incluye también conocer cual es la estrategia de la clase dominante. El segundo requisito es actuar en base a ese conocimiento. Pero sin olvidar que ningún conocimiento o análisis puede llegar a ser completo, ni ninguna estrategia política es por si misma liberadora. Esta comprensión contrarresta el fanatismo.
A su vez, ayuda a preparar las condiciones materiales, morales y los medios para intentar que la revolución social sobrevenga lo antes posible y pueda triunfar sobre el capitalismo. Si, finalmente, este triunfo tiene lugar, será el resultado de un proceso de lucha lento en unos casos y rápido en otros, de revoluciones más o menos violentas, de triunfos y derrotas, como parte integrante de un proceso revolucionario internacional que no se improvisa, ni sigue un único camino.